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Sergio Concha: el abogado que abrió las puertas a la verdad y justicia

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Publicado el 24 de mayo de 2020

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Un incansable luchador y defensor de los derechos humanos ha partido. Sergio Concha, sencillo y silencioso se entregó a plenitud a trabajar por quienes durante la dictadura fueron perseguidos por los criminales aparatos represivos del estado.

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Gracias a su trabajo, se obtuvo uno de los mayores logros en materia de justicia. Mientras luchaba tenaz contra la Ley de Amnistía, en el caso de la desaparición del militante mirista Pedro Enrique Poblete Córdova, detenido en julio de 1974, logró el año 1998 que la Corte Suprema reabriera el caso, y que se acogiera la tesis del secuestro permanente para las violaciones a los derechos humanos y la improcedencia de la Ley de Amnistía. Este logro cambió la historia en la lucha por verdad y justicia en Chile.

A partir de ese momento todas las causas que le siguieron pudieron doblegar la Ley de Amnistía, que la dictadura había impuesto como recurso para mantener la impunidad para los violadores a los derechos humanos.

Como un reconocimiento a su trabajo, Sergio Concha obtuvo el año 2014 el Premio Nacional de Derechos Humanos. En su trayectoria se destaca su paso por Comité por la Paz, la Vicaría de la Solidaridad, la Corporación de Promoción y Defensa de los Derechos del Pueblo (CODEPU), y en la Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas (FASIC).

En una entrevista dada al medio digital El Mostrador*, el 22 septiembre del año 2003, Sergio Concha comentó algunos pasajes de su vida. Aquí citamos textual algunos extractos.

«Nací en mayo de 1931, un año bastante agitado. Caía la dictadura de Ibáñez y la Armada se levantaba. Hubo grandes paros y movimientos sociales. Al año siguiente se instaló la República Socialista, que fue un signo de los tiempos. Siguieron importantes conflictos y luchas sociales. Luego, la gran crisis económica», relata.

(…) Tras titularse de abogado, a los 24 años, ingresó al sacerdocio, ingresando a la congregación de la Sagrada Cruz, de origen francés. Luego de presentar sus votos, hizo un doctorado en teología en Roma, donde estuvo cinco años. Volvió al país en las postrimerías del gobierno de Eduardo Frei Montalva para hacer clases de sexualidad y vida matrimonial en la Universidad Católica, con un enfoque hacia la realidad de las parejas de pobladores y la convivencia sin vínculo formal.

Al mismo tiempo, se hizo cargo de una parroquia de Lo Barnechea. Pero en esos años ya se daba cuenta de que la lucha por la justicia social y la opción por los pobres debía canalizarla a través de otras vías e ingresó al Movimiento Cristianos por el Socialismo. Poco a poco, se fue alejando de la acción de la Iglesia Católica y, aunque continuó siendo sacerdote, se vinculó cada vez más con la movilización de aquellos años.

(…) El año 72, fue protagonista de una conocida declaración lanzada en La Habana, Cuba, por un grupo de sacerdotes y laicos criticando la iglesia jerárquica latinoamericana por su actitud contraria a los pobres y ante los genocidios cometidos por las clases dominantes.

El Golpe de Estado de 1973 lo encontró con esa acción a su haber. Además, formando parte de la directiva del consejo local de pobladores de Barnechea. Estaba además en las listas de quienes debían ser exonerados de la universidad, confeccionadas por el Servicio de Inteligencia Militar. Un destacamento de Carabineros llegó a echarlo de la parroquia. La Congregación lo mantuvo protegido, pero debió abandonar la iglesia de ese sector y la casa poblacional que habitaba.

El año 1974 se incorporó, como abogado, al departamento jurídico del Comité por la Paz. A ese trabajo se dedicó día y noche. Presentó los primeros amparos en favor de los detenidos. «Habían unas colas interminables de gente que venía a solicitar la interposición de estos recursos», cuenta. Luego vinieron las querellas por desaparecimiento, la Vicaría de la Solidaridad y el Fasic, donde trabaja hasta el día de hoy y del que recibe el sueldo con que vive. «No es un sueldo alto, pero es mucho más de lo que ganan muchos chilenos y me considero una persona privilegiada. No necesito más», dice.

(…) Jamás conversó con el Gobierno, ni para la Mesa de Diálogo ni para la propuesta que entregara hace ya más de un mes el presidente Ricardo Lagos. Aun cuando fue invitado a una reunión con el ministro del Interior, José Miguel Insulza, rechazó la convocatoria y sólo firmó un documento elaborado por el Fasic. «No me voy a prestar para ningún tipo de maniobra. Sería contradecirme conmigo mismo y con las personas que represento», explica.

(…) Los colegas del abogado que se han dedicado como él a la defensa de los derechos humanos, lo respetan como a ninguno. Lo admiran como un personaje casi mítico, sacado de un libro, con convicciones radicales no sólo en su visión de la discusión política sino también, en el ámbito más material, en sus votos de pobreza y entrega exclusiva a la causa de los derechos humanos, pero cuya doctrina, a estas alturas de la historia, es muy difícil de practicar. Ellos lo bautizaron El Guerrillero.

(…) Los abogados de derechos humanos dicen que la entrega de Sergio Concha a sus causas, como así también la excelsitud de sus escritos y los logros jurídicos que tiene a su haber, sólo son comparables con la labor desarrollada por otros dos religiosos ya desaparecidos: Hernán Parada, abogado y ex sacerdote muerto en la década de los 80, y Blanca Rengifo, una abogada y monja, también difunta. Ambos, igual que Concha, permanecen como personas desconocidos para la opinión pública.

Fuente original entrevista: https://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2003/09/22/sergio-concha-la-marcha-de-un-abogado-anonimo/

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