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A tres meses del estallido social en Colombia: Entrevista exclusiva al sociólogo colombiano Rodrigo Torrejano, desde Bogotá

Publicado el 28 de julio de 2021

Ante la ausente cobertura de los medios de prensa en Chile, como Londres 38, espacio de memorias, contribuimos a la difusión y acceso a la información sobre los atentados contra la población civil y los abusos a los derechos humanos contra el pueblo de Colombia. Entrevistamos al sociólogo y activista colombiano Rodrigo Torrejano, para conocer en profundidad las movilizaciones convocadas por el Comité del Paro Nacional, que permanecen vigentes desde el 28 de abril.

Este miércoles 28 de junio se cumplen tres meses desde que el pueblo de Colombia salió a las calles para protestar contra la reforma tributaria del presidente Iván Duque, jornada que marcó el inicio de masivas movilizaciones convocadas por el Comité Nacional de Paro que, multitudinariamente y hasta el día de hoy, han reunido a los pueblos y comunidades en una lucha que va mucho más allá de la reforma tributaria, y que refleja una Colombia golpeada por un sistema que terminó por estallar.

Estas protestas, han sido abusivamente reprimidas por el gobierno colombiano a través del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) y los grupos paramilitares. Ante ello, organizaciones colombianas de derechos humanos y otros organismos internacionales han venido denunciando esta situación. Recientemente, durante la primera quincena de julio, se dio cita en Colombia la Misión de Observación Internacional por las Garantías de la Protesta Social y Contra la Impunidad, conformada por 41 comisionados y comisionadas, provenientes de organizaciones y grupos de defensa de los derechos humanos de 14 países -entre ellos, Karinna Fernández, abogada de DD.HH. y de Londres 38- quienes elaboraron un informe de denuncia ante los graves hechos que registraron (documento disponible al final de esta entrevista).

Desde el 28 de abril hasta la publicación de esta entrevista, se han registrado más de 3.000 detenciones, cerca de 1.800 personas heridas, más de 80 homicidios, 300 agresiones contra defensores y defensoras de derechos humanos y más de 1.200 casos de violencia de las policías. Protestas que, además, han tenido baja cobertura en los medios hegemónicos bajo un cerco mediático que prioriza los desordenes públicos y desconoce las demandas sociales.

En el transcurso del presente año, 103 líderes sociales, defensores y defensoras de los derechos humanos y activistas han sido asesinados. Y también se registraron otros 31 casos de desaparición de firmantes del acuerdo de paz y excombatientes, según los reportes actualizados del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz, con otras organizaciones de derechos humanos en Colombia.

A tres meses del estallido social colombiano, Londres 38, espacio de memorias, entrevistó al sociólogo, investigador y activista colombiano Rodrigo Torrejano Jiménez (31), quien relata la actual crisis política, social y económica que enfrenta Colombia y la violencia contra el pueblo que ha salido a las calles.


Rodrigo es hijo de educadores populares y actualmente trabaja en la Corporación de Estudios Sociales y Culturales de la Memoria (Cesycme) y en el colectivo Archivos del Búho. En esta conversación, comentó la situación del estallido social y el rol de los medios y de la solidaridad internacional, expresando sus reflexiones y esperanzas de las luchas sociales que han hermanado al pueblo colombiano con otras comunidades en resistencia.

¿Cómo podrías sintetizar el actual estallido de Colombia?

Yo creo que se podría sintetizar como un levantamiento popular, una exaltación de la necesidad de transformación del Estado colombiano y de la sociedad colombiana. Quien se está movilizando hoy en día en las calles, es una gran capa de la población que ha sido históricamente segregada, excluida, empobrecida, que no tiene cabida dentro del sistema político, ni dentro del sistema económico colombiano. Y lo que está haciendo es exigir la necesaria inclusión de esta gran capa de la población para garantizar nuevas expectativas de vida, para garantizar la vida, la disputa del sentido de la vida, de la posibilidad de vivir en un país, y el derecho de vivir en paz.

Yo lo resumiría alrededor de la crisis del modelo económico y político colombiano, que es un modelo económico y político excluyente, privatizado, es un sistema cerrado que no ha permitido que se incluyan otras voces, otras formas de hacer política, u otras formas de modelo económico, muy propio del neoliberalismo.

¿De qué manera el tiempo transcurrido, desde la firma del proceso de paz hasta hoy, ha influido en este estallido?

Quisiera allí partir diciendo que, sin duda, el proceso de paz con las FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo) es la oportunidad de apertura democrática y del escenario de negocios de discusión y de formación política del pueblo colombiano. La negociación de paz permite, o deja la sensación, que puede existir una apertura del sistema político y, en cierta medida, aporta para que se generen expectativas de participación y expectativas de transformación de los problemas históricos que agobian o que han agobiado al país.

En ese sentido, el incumplimiento sistemático por parte del Estado, por parte del gobierno del uribismo -que desde el momento cero, desde su nuevo mandato actual, prometieron hacer trizas los acuerdos de paz- ha conllevado a un escenario permanente de frustración; el acuerdo de paz generó unas altas expectativas frente a las transformaciones o reformas necesarias en el Estado colombiano, resolución también de unas exigencias históricas del pueblo colombiano que lo único que han encontrado es un ejercicio sistemático de desconocimiento y de persecución a lo firmado, y eso ha conllevado a un escenario de frustración que, sin duda, también va a estar sumado a la frustración generada por la incapacidad del gobierno de generar una respuesta económica, política y social frente a las exigencias propias de la crisis generada por la COVID-19.

Respecto a eso, ¿la gestión del gobierno de Colombia, ha contribuido a este descontento social?

Llevamos un año de encierro, un año en el que el gobierno ha sido incapaz de decretar, por ejemplo, una renta básica universal, de generar alguna serie de determinaciones en términos de política social que apacigüe los efectos de la crisis. Sin duda, lo que ha generado el encierro y la pandemia, es la profundización de la desigualdad, de la exclusión de un sector de la población que, obviamente, va a ver frustrada su expectativa de cambio, de manutención, que además también va a verse agobiado por la incapacidad de poder encontrar solución a sus necesidades. Eso, sumado al escenario que planteaba antes, de alta expectativa de transformación frente a una baja voluntad política por parte del Estado por cumplir lo pactado en los acuerdos.

Según tu perspectiva, ¿esta es una crisis coyuntural o tú crees que hay una crisis del modelo económico y político?

Personalmente, planteo que es una crisis coyuntural que refleja la crisis del modelo económico y político, pero es una crisis coyuntural que viene construyéndose y cocinándose desde el bando popular, desde 2019, y desde expresiones previas, es decir, lo que ocurre en 2021 no es por convulsión espontánea, sino que es el resultado de una serie de acciones de movilización que vienen desarrollándose desde 2019, con el paro nacional del 2019 que, curiosamente, coincide también en fechas y en el escenario con la revuelta popular chilena de octubre de 2019.

El año pasado, entre marzo y abril, en medio de la etapa más estricta del confinamiento y de la pandemia, en medio de lo que se convocó por parte del Movimiento Nacional Carcelario, de un paro de cárceles, en Bogotá, tuvo ocurrencia el asesinato de más de 30 personas dentro de una cárcel. Posteriormente a eso, en septiembre de 2020, la Alcaldía de Bogotá, bajo el control del centro político del país y la fuerza pública, fue responsable del asesinato de más de diez jóvenes que actuaron en respuesta al asesinato por parte de la fuerza pública de un joven en la calle, muy similar a lo que ocurrió en Estados Unidos con George Floyd. Eso causó aquí en Bogotá, lo que se llama una gran escenario, una gran exposición, una explosión en términos de la espontaneidad de las movilizaciones, una gran jornada contra la brutalidad policial, en la que se quemaron un poco más de 30 centros de policías locales, denominados CAIS, que son los Comandos de Atención Inmediata, que son edificaciones pequeñas que se encuentran en distintos barrios, o localidades de la ciudad, casi como estaciones móviles de la policía; se quemaron más de 30 CAIS. Entonces, fíjense cómo se ha venido construyendo y cocinando una tensión muy fuerte, una exaltación de la violencia como forma de movilización, y también como exaltación de la frustración frente a un sistema violento y que ejerce la violencia de forma sistemática contra el pueblo.

¿Consideras que hay similitudes entre las movilizaciones en Colombia con la revuelta popular de Chile?

Yo creo que sí, es parte de los mismos levantamientos populares. Hay muchas reivindicaciones extraídas de la coyuntura chilena, muchos aprendizajes. Aquí, por ejemplo, coincidió con las elecciones en Chile de la constituyente chilena, entonces alguna gente, intentando replicar lo que ocurrió en Chile, intentó también aquí exigir algo como una constituyente. Eso no es tan fácil en Colombia, porque nuestra Constitución, que es la Constitución del 91, es una Constitución hija de las exigencias de la insurgencia desde el movimiento social de la década de los 80, es una Constitución bastante avanzada, democrática, con principios fundamentales alrededor de la exigencia de derechos del pueblo colombiano. El problema es que no se ha aplicado la constitución en Colombia y que se han hecho una serie de reformas, que han llevado a que la Constitución se vuelva una Constitución autoritaria. Ahora bien, la constituyente ha sido una exigencia de la ultraderecha colombiana desde hace algunos años, entonces lo que se plantea también desde algunas discusiones políticas, es que la constituyente no puede ser la salida, porque sería darle la oportunidad a la ultraderecha colombiana de instalar una serie de reformas o decisiones políticas y administrativas, de forma retardataria, conservadora.

Sin embargo, sí hay dinámicas muy fuertes, como la consolidación de la primera línea, como la acción violenta a nivel nacional, la exaltación de la violencia popular y de la violencia callejera contra la fuerza pública, hay muchos elementos que pueden rastrearse: la estética, las consignas, muchos elementos de aprendizaje mutuo entre Chile y Colombia. Sin duda, yo creo que las movilizaciones de aquí también hacen parte de las movilizaciones y las exigencias del pueblo chileno.

EL ACTUAL ESCENARIO EN COLOMBIA: PERSPECTIVAS SOBRE LA CRISIS

¿Qué es lo que exige el pueblo de Colombia?

Las exigencias son muy diversas. En cada punto de resistencia, como se han denominado los lugares donde se han desarrollado principalmente los hechos de organización y confrontación contra la fuerza pública, se han venido pidiendo temas de salud, educación, economía, y eso se podría resumir en una reforma profunda del estado colombiano y en una exaltación del sistema de derechos; es casi que se acabe el neoliberalismo para poder instalar un real Estado social de derecho que garantice la vida de la gente, el trabajo de la gente, la educación para la gente, la salud para la gente. También se han venido exigiendo cosas muy fuertes alrededor de la necesidad de la implementación efectiva y sin dilaciones, del acuerdo de paz firmado con las FARC-EP, pero también la necesidad de negociar con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), aunque desastrosamente el gobierno colombiano ha intentado utilizar este deseo de negociación con el ELN como parte de las cortinas de humo para desviar la atención. Entonces hay un tema alrededor de la paz, hay un tema alrededor de la reforma del Estado, en términos de las exigencias de lo que pide el pueblo colombiano.

¿Quiénes son los principales actores sociales de estas movilizaciones?

Yo diría que principalmente son jóvenes empobrecidos, jóvenes precarizados que no han podido tener la posibilidad de incluirse a un trabajo formal, que además no han podido tener la posibilidad de vincularse al sistema educativo público o privado, y que no tienen una perspectiva de futuro. Yo decía que lo que se está peleando en la calle es el sentido y la proyección de la vida, porque quienes se están movilizando en las calles, principalmente jóvenes empobrecidos y precarizados, están exigiendo el derecho a la vida, eso es lo que se está peleando.

Pero también existe una gran capa del movimiento social que ha venido ejerciendo una suerte de escenarios de acompañamiento, de movilización de sus militancias, yo creo que eso ha venido siendo importante. Hay un elemento frente a entender cuáles son los actores que se encuentran movilizados, y es que esto no lo representa ningún comité nacional, por lo contrario, lo que se ha venido intentando hacer es construir una suerte de experiencias de poder popular, como las asambleas comunitarias, la Asamblea Nacional Popular, las asambleas regionales departamentales, que intenten recoger esa diversidad de voces que están movilizadas en las calles y que necesitan ser encontradas, articuladas alrededor de una misma lucha. Yo creo que eso es lo importante, y es la tarea que se encuentra actualmente.

Tampoco podemos desconocer aparte de los jóvenes que se han movilizado del pueblo indígena. Son famosas las imágenes del pueblo misak, que principalmente se encuentra en el norte del Cauca, departamento del suroccidente colombiano, que ha venido dando unos ejemplos frente a la disputa de los símbolos del pasado y de la denuncia del genocidio en lo que ellos han considerado como una campaña por la corrección de la historia, con todos los debates que pueda implicar eso; por lo menos, desde la perspectiva indígena, es corregir los símbolos del pasado y exaltar el carácter genocida de la colonización, por ejemplo. Entonces, se ha venido desarrollando desde el 28 de abril, una serie de apropiaciones de monumentos que hacen relación a figuras emblemáticas de la colonia o de la independencia colombiana. Por ejemplo, en la ciudad de Barranquilla, tumbaron una estatua de Colón, cayó al piso también la estatua de Jiménez de Quezada, de Sebastián de Balcázar, de los reyes católicos, como que se ha venido disputando un escenario, entonces, el movimiento indígena es fundamental. También ha venido muy bien el movimiento afro, el movimiento campesino, las Guardias Campesinas, Guardias Cimarronas, los cocaleros, los sindicatos, los profesores. Es una movilización bastante diversa que recae principalmente en la juventud, eso sin duda hay que plantearlo de esa forma.

¿Cómo ha actuado el Estado y las fuerzas policiales en relación al respeto de los derechos humanos? ¿Qué características ha adquirido la represión en Colombia, hoy?

A diferencia de cualquier país de América Latina, yo creo que la fuerza pública colombiana es la fuerza que posiblemente ha replicado de forma más tradicional la doctrina de seguridad nacional, del enemigo interno y de la confrontación de la movilización social como si se tratara de un problema de orden público.

Lo que se ha visto es que hay un uso desmedido por parte de la fuerza pública, el uso de armas letales contra la población movilizada. Han sido famosas las imágenes de personas, de civiles armados protegidos por la fuerza pública, disparando contra la movilización. Es sorprendente el uso letal de armas y las heridas y los heridos en el cuerpo por el uso de este tipo de armas letales o la militarización, es un largo listado, así como en Chile, por ejemplo, el uso sistemático y desmedido de armas supuestamente no letales contra los ojos de las personas. Aquí lo que se ha visto es que hay un uso de armas de fuego, fusiles y pistolas, y ha sido realmente desastroso, es bastante impactante y desconcertante el uso de la fuerza pública, porque realmente ver las imágenes de las ciudades militarizadas, de la confrontación con armas de fuego contra la población civil. Es desastroso cómo en los escenarios son visibles los casquillos de las armas utilizadas contra la población civil.

En cuanto a la desaparición forzada, han habido más de 350 casos de desaparición forzada desde el 28 de abril, casos de tortura, casos de desmembramiento publico. No sé si se alcanzó a conocerse en Chile el caso de un chico perteneciente a la primera línea en el municipio de Tuluá en el Valle del Cauca, que fue desaparecido y que fue encontrado cortado por partes, desmembrado; su cabeza fue encontrada, inicialmente, en una bolsa negra, en donde se disponen los residuos en la ciudad. En Bogotá también ha habido dos casos de desmembramiento, han habido casos de desaparecidos en el marco de la movilización que han aparecido en los ríos, principalmente en el Valle del Cauca.

También han sido ampliamente registrados los casos del uso de violencia de género contra las mujeres movilizadas o contra las diversidades sexuales movilizadas, y ha sido tristemente conocida la historia de una joven menor de edad en la ciudad de Popayán, que fue agredida sexualmente por parte de varios miembros de la fuerza pública, donde esta joven termina tomando la decisión de quitarse la vida, suicidándose al día siguiente. Entonces digamos que es largo el listado de repertorios de violencia utilizados por parte de la fuerza pública.

Sabemos de los horrores de la violencia, pero también hemos visto mucha solidaridad y otras acciones. En ese sentido, ¿qué es lo más hermoso, esperanzador o inspirador, que has visto en el contexto de esta unión del pueblo que se ha formado en las últimas semanas?

En la vida habíamos visto una movilización tan extendida. Sin duda, es un sueño cumplido el ver al pueblo colombiano realizando una acción conjunta, hermanada, fraterna, solidaria, para luchar por su dignidad y por su propia vida. Es un sueño que siempre quisimos desde, por ejemplo, del movimiento estudiantil universitario, siempre quisimos exaltar ese tipo de lucha que dábamos nosotros al interior del campus universitario a la ciudad. Sin duda ocurrió y está ocurriendo. Nos llena de esperanza, nos llena de vitalidad saber que existe la posibilidad de que se transformen las visiones, las narrativas sobre nuestro país, que se amplíe el espectro político y el aspecto de la acción política, que la gente se de cuenta que a través de la movilización social y la movilización política es posible alcanzar reivindicaciones colectivas.

Es esperanzador ver las ollas comunitarias en los barrios y cómo ver acercarse a la gente que, desafortunadamente, no tiene la garantía de su alimentación cotidiana; ver cómo generaciones de gente mayor ven en los jóvenes la esperanza y la posibilidad de transformación; ver cómo la gente, dentro de sus discursos y dentro de sus narrativas, ha venido simplemente incorporando la idea de que esta generación es distinta, de que esta generación sí logró romper el cerco de represión y opresión que ha tenido el pueblo colombiano.

Yo creo que, sin duda, Colombia no va a volver a ser la misma, que esto nos abre un escenario de acción política muy interesante, y que posiblemente este sea el inicio de la derrota del fascismo de Colombia. Esperamos que así sea y esperamos que esas juntas, esa posibilidad de conspiración colectiva en la calle, en los barrios, en las veredas, sea la esperanza y sea la posibilidad de una vida digna para todas y para todos en este país.

Es inspirador ver cómo también, por ejemplo, se han venido disputando distintos escenarios y distintas representaciones visuales, musicales, cómo ha venido una explosión maravillosa de murales y de grafitis en todas las partes de Colombia, hay una consigna del territorio anti uribista o antifascista; entonces muchos barrios, muchas ciudades han venido disputándose el sentido alrededor de eso. También está muy ligado, por ejemplo, todo lo que ha venido haciendo el movimiento afroindígena frente a los símbolos de la colonia.

Ha sido bastante interesante como eso también abre la posibilidad de pensar el pasado y el papel del pasado, se abre entonces también la posibilidad sobre las memorias del presente y sobre las posibilidades del futuro. Eso yo creo que es, sobre todo, lo más esperanzador. Nos damos cuenta que el futuro puede estar en nuestras manos, que el futuro es posible si nos juntamos y que, sin duda, vamos a iniciar este gran camino de transformación del país y ahí tendremos que juntarnos, fortaleciendo esas luchas.

Agregaría también, que es un momento de muchas preguntas, hay muchas inquietudes, muchos temores y mucha incertidumbre, sobre todo los últimos días. Me causa mucha intriga y mucha curiosidad la forma en cómo mi país ha naturalizado tanto la violencia y la violencia letal, cómo ha naturalizado tanto la aparición de cuerpos. Yo creo que este momento nos debe llevar al valor distinto a la vida, y para dar valor distinto a la vida es fundamental hacer memoria porque la memoria es la que nos permite conectarnos con el pasado para que no se vuelva a repetir, el saber que estas violencias también son violencias históricas, sistemáticas, que son aprendizajes del pasado y que es necesario también hacer conciencia de lo que ocurrió antes para que no vuelva a ocurrir; es necesaria en términos internacionales, y ahí pediremos también a mucha ayuda en visibilizar la necesidad de una reforma estructural a la fuerza pública en Colombia, la que actúa como una banda criminal, como un grupo paramilitar, como un grupo de asesinos a sueldo en contra del mismo pueblo.

EL CERCO MEDIÁTICO

¿Qué rol han jugado los medios de comunicación tradicionales en este momento?

Creo que inicialmente, en el primer mes, los medios tradicionales de comunicación, los que en muchos casos parecen oficialistas con el gobierno actual, intentaron mostrar una cara de la movilización: el gran caos, porque el gobierno nacional colombiano y el uribismo se han caracterizado por intentar gobernar a través del miedo y del caos. Después del primer mes de movilización, lo que han intentado los medios tradicionales de comunicación, es callar y dejar de mostrar lo que está ocurriendo en las calles.

Además, históricamente, los medios de comunicación han vendido la idea de que el único problema en Colombia era la guerrilla, que todo pasaba por la existencia de la insurgencia, la desmovilización, la dejación y la entrega de armas por parte de las FARC-EP. Esto hizo que el principal argumento para poder explicar la crisis y los problemas de Colombia desapareciera del escenario público. Yo creo que eso también va a impactar muchísimo en la percepción más general de la sociedad, fuera de los medios de comunicación, porque lo que se va a dar cuenta es que no es la guerrilla el único problema que tenía Colombia, sino que se van a resaltar otro tipo de cosas, como el tema de la corrupción, como el tema de las determinaciones económicas del Estado, otra serie de temáticas.

¿Cómo se contraponen los medios alternativos a la cobertura de los medios tradicionales durante el estallido?

Lo que ha venido sucediendo es que se ha venido fortaleciendo una red muy fuerte de alianzas y de estrategias de comunicación alternativa, que a través de los streaming, por las distintas redes sociales, principalmente Instagram, han venido contándole a la gente qué es lo que está ocurriendo. Vale la pena también decir que este ejercicio de registro ha permitido que se contabilicen cuáles han sido los efectos en términos de violaciones a los derechos humanos contra la población civil, en contra de quienes están movilizados en las calles. Lo que sucede hoy, es también la continuidad de lo que intentó ocurrir en 2019 como un levantamiento popular; ese año, tuvimos un aprendizaje importantísimo: los medios de comunicación callaron sobre lo que estaba ocurriendo en las calles y fue la prensa alternativa, y fueron medios alternativos y redes de medios alternativos los que lograron contarle a la ciudadanía, contarle al país y también digamos a la región y al mundo, lo que estaba ocurriendo, eso yo creo que también es importante.

Yo creo que el escenario y la transformación de la agenda pública política de los medios de comunicación, también ha tenido impacto en el entendimiento de la crisis, en el entendimiento de la situación actual, y eso también ha estado muy acompañado del fortalecimiento de prácticas y estrategias de comunicación alternativa, popular, comunitaria, que han permitido posicionar nuevos escenarios de visibilización.

¿Qué importancia le das a la solidaridad internacional expresada en los medios digitales, principalmente?

Ha sido fundamental la forma en que ha empezado a fluir una nueva visión de lo que está ocurriendo en Colombia, porque creo que el gobierno colombiano ha intentado vender la idea, en medios internacionales que Colombia es un escenario ideal para la inversión extranjera, para la captación de capitales externos, y el gobierno de Duque, ha utilizado de forma estratégica el discurso de la paz para poder captar recursos de la cooperación internacional, por ejemplo, en la cooperación europea, y para que no se diga internacionalmente lo que está ocurriendo dentro del país: que hay un escenario de crisis, que hay un escenario de violación sistemática de los derechos humanos, que hay una dictadura que se implementó de facto, a través de decretos y resoluciones presidenciales. Esto ha permitido, también, poder generar contrapesos a tal punto que, por ejemplo, hace unas semanas, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) vino al país, generando alguna serie de recomendaciones y de comunicaciones públicas, frente al uso desmedido por parte de la fuerza pública por parte de la fuerza estatal.

También vale la pena reconocer dentro de la solidaridad internacional, que en el contexto de la movilización, el Tribunal Permanente de los Pueblos, sesionó en distintas ciudades de Colombia, que la temática del Tribunal tenía de por medio el tema del genocidio contra el pueblo colombiano, sacando una declaración y la determinación de su juicio, condenando al Estado colombiano por ser un Estado genocida y por desarrollar prácticas genocidas contra la población joven, contra la población afro, contra los campesinos, contra las mujeres, contra las diversidades sexuales, es decir, en términos generales, contra el pueblo colombiano. Esto, yo creo que eso es fundamental: poder contar qué es lo que está ocurriendo y poder romper el cerco mediático que intentan poner alrededor de lo que ocurre en el país. No en vano, en el poder legislativo, el uribismo -que es la ultraderecha colombiana-, ha venido tomando una serie de determinaciones y de propuestas políticas para controlar el flujo por internet, el flujo de información, medidas propias de las dictaduras.

¿Qué escenarios se pueden presentar como salidas posibles?

Habrá que ver las elecciones del otro año, cómo surgen. Yo creo que el gobierno colombiano actual no tiene capacidad de manejo, no tiene capacidad de maniobra y, personalmente, me preocupa mucho lo que pueda ocurrir después de esto, porque es internacionalmente conocida la tendencia que tiene el pueblo colombiano a entrar en ciclos permanentes de violencia y siento, en cierta medida, que estamos entrando a un nuevo ciclo de violencia que va a tener unas reproducciones o exaltaciones como ya las hemos conocido en el pasado reciente, y eso me preocupa.

La única salida posible es una reforma institucional, una reforma del Estado y un diálogo nacional que incluya a todos los sectores. Pero este gobierno no lo va a reconocer, lo que ha venido realizando es una serie de mesas de negociación excluyentes, que han intentado firmar acuerdos dándole la espalda a quienes siguen movilizados.


Según el Proyecto Global de Monitoreo de Medios, Colombia presenta altos índices de concentración de medios: por ejemplo, del total de conglomerados que administran medios de comunicación solo Prisa es internacional, asimismo, tres grupos empresariales concentran el 57%. Como Londres 38, espacio de memorias, sugerimos informarse a través de las siguientes redes:ONG Temblores, la Campaña Defender la Libertad, medio independiente Vorágine y el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ)


Este mapa, que exhibe la escalada de violencia estatal y paramilitar en Colombia, fue elaborado en base a los boletines informativos de la campaña Defender la Libertad, que aglomera a distintas organizaciones sociales, informativas y políticas que registran la violencia en este país.

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