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A 50 años del golpe: La batalla por la memoria de un proyecto

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Publicado el 10 de septiembre de 2023

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A horas de la histórica conmemoración, el abogado Juan Pablo Mañalich y la historiadora María Angélica Illanes abordan el complejo escenario político y social en que se da la efeméride, en que la derecha ha vuelto a responsabilizar a la izquierda e incluso ha reivindicado el derrocamiento de Allende, a través de diputados y altos personeros de sus partidos. Los académicos sacan al pizarrón la tesis del intelectual de derecha Daniel Mansuy, centrada en el fracaso político de la Unidad Popular (UP) y Salvador Allende, reflexionan sobre la capacidad de respuesta de la izquierda y la escasa defensa al proyecto histórico de la vía chilena al socialismo, proyecto que está internamente ligado con los crímenes de lesa humanidad, porque “los muertos son mártires de un proyecto político que se construyó durante más de un siglo”.

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Por Richard Sandoval para Londres 38, espacio de memorias*

Hace algunas semanas el abogado Juan Pablo Mañalich -Profesor titular del Departamento de Ciencias Penales de la Universidad de Chile; Doctor en Derecho por la Universidad de Bonn- hizo noticia con la publicación de una columna en el diario digital El Mostrador, en la que respondía a argumentos expuestos por el intelectual de derecha Daniel Mansuy en su exitoso libro "Salvador Allende; la izquierda chilena y la Unidad Popular". El texto, titulado "La perplejidad de Mansuy", impactó al ser una de las pocas respuestas críticas que ha tenido el libro, aplaudido ampliamente incluso en sectores de izquierda, tanto así que el propio Presidente Gabriel Boric lo recomendó en televisión para entender el período de la UP.

En su columna, Mañalich apuntó que "Mansuy sugería que, en realidad, el régimen institucional bajo el cual Allende llegó a ser electo para encabezar el trayecto al socialismo a través de la 'vía chilena' se encontraba ya fenecido cuando los cuatro generales pusieron en marcha el plan resultante en su derrocamiento. El problema es que esta hipótesis vuelve muy difícil dar cuenta, entre otras cosas, del simbolismo del gesto escogido como performance: el bombardeo del Palacio de La Moneda con misiles lanzados desde dos aviones Hawker Hunter fue la demostración plástica de que, en el momento decisivo, los golpistas no tuvieron otra opción que la de escenificar la destrucción de la edificación jurídico-política que había hecho posible el Gobierno de la Unidad Popular, institucionalidad que el Presidente Allende se mostró dispuesto a defender hasta las últimas consecuencias".

En otro pasaje, y ante la insistencia de Mansuy de comparar el Golpe de Estado de 1973 con la guerra civil de 1891, Mañalich sostiene que "es la radical asimetría de las posiciones ocupadas por quienes aplicaron y por quienes padecieron la violencia lo que cualitativamente diferencia a la masacre puesta en marcha a partir de la insurrección militar contra el orden constitucional hasta entonces vigente, si se la compara con el enfrentamiento bélico que, ochenta y dos años antes, dividió a las huestes leales y adversas al Presidente Balmaceda. Y es un ocultamiento de esa asimetría lo que subyace a la ideología de la reconciliación tantas veces activada en el Chile transicional. El libro de Mansuy es un testimonio de la contumacia con la que el sector político y social que promovió y apoyó el golpe, y el terror que inmediatamente le siguió, sigue validando esa ideología".

Para este reportaje, el abogado profundiza en las razones que lo llevaron a escribir esa columna, remarcando su sorpresa ante tanta simpatía que ha suscitado el libro de Mansuy incluso en sectores de izquierda.


Trabajando en la introducción de un libro que sale este mes, llamado "Derecho penal y terrorismo de Estado", a Mañalich le "empezó a preocupar" el modo en que estaba siendo recibido el libro de Mansuy sin atisbar su verdadera tesis. "El libro estaba siendo presentado como un libro escrito por alguien de derecha que mostraba tener una perspectiva razonable y constructiva para volver a mirar estos aspectos de nuestro pasado político tan cargado, y me encontré con el video en Youtube de una presentación en la que intervino Alfredo Joignant, socialista, diciendo cosas sobre el libro que no guardaban mucha relación con lo que yo estaba sacando en limpio del libro; y con esto no pretendo demonizar a Mansuy, creo que ese sector tiene legitimidad para hablar de lo que quiera como cualquiera. Lo que me impresionó un poco más fue la recepción que estaba teniendo. No sé cuán leído ha sido el libro, sí ha sido muy citado, pero uno podría sospechar que no ha sido tan leído, porque si abrazamos la hipótesis opuesta, de que quienes (lo comentan) en realidad lo han leído, nos debería preocupar quizás todavía más. Yo creo que, quizás, más que el problema de lo que se dice en ese libro es que al parecer no hay una aproximación alternativa que sea capaz de poner ese discurso en el lugar que yo creo que ocupa, que está bien que exista, pero la cuestión es que es tan sensible lo que está en juego que es importante que haya un registro que haga posible situar eso y hacer claro qué es lo que ahí se está diciendo, y eso ser muy nítidamente contrastado con discursos que vayan por otro cauce y, para decirlo más polémicamente:

el libro de Mansuy ha logrado tener la resonancia que ha tenido porque hay un silencio al respecto desde sectores que uno esperaría estuvieran un poco más activados dado lo que está en juego en la conmemoración de los cincuenta años".

La munición que el libro de Mansuy provee a la derecha

Mañalich profundiza en el uso que Mansuy hace en su libro de los textos desarrollados en los años ochenta ligados al proceso de renovación socialista, reflexión ideológica clave para el futuro de una parte de la izquierda chilena. "El libro pone mucho peso argumentativo en que esa crítica en realidad es una autocrítica que un sector de la izquierda, que en lo fundamental estuvo involucrada en el proceso de la renovación socialista, hizo, y yo creo que lo que tiene que ser manejado con mucho cuidado en la lectura del libro es que quien lea ese libro y no conozca los términos de ese proceso de revisión histórico política de lo que fue la experiencia de la Unidad Popular va a quedarse con la idea, y yo creo que para la derecha esa ha sido la munición que el libro les provee, se va a quedar con la impresión de que en realidad Tomás Moulian y Manuel Antonio Garretón, que son sus dos caballitos de batalla, habrían de hecho dicho lo que Mansuy está diciendo que dicen, que es que la responsabilidad principal por el desenlace del 11 de septiembre de 1973… y ahí Mansuy se cuida mucho de decir, bueno, quizás lo que pasa al día siguiente es otra cosa, lo que creo que es una falacia, y eso es fácil de impugnar, en el debate público ese riesgo es menor. Esa tesis que en una entrevista aparentemente Patricio Fernandez quiso instalar, que podemos disociar el evento del golpe del proceso represivo criminal que se desató inmediatamente a continuación, yo creo que eso no resiste análisis. Pero es mucho más delicada la otra cuestión que es ofrecer esta caracterización del esfuerzo intelectual que estuvo desplegado en el proceso de la renovación socialista, de la mano de estos intelectuales de izquierda, de que en el fondo la Concertación y la transición son el reflejo más o menos transparente de ese aprendizaje, como alguna vez dijera José Miguel Insulza hace algunos años: nosotros aprendimos en la dictadura, sacamos la lección. Con eso te quiero decir que ha habido un sector de la centroizquierda que ha sido proclive a esa narrativa. Yo no creo que Moulian sea proclive a esa narrativa. De hecho, leyendo el libro de Mansuy volví a varios de los textos de Moulian citados y creo que Mansuy hace una selección editorial de lo que va citando que raya en lo manipulativo".

Para ilustrar su crítica, Mañalich pone "un solo ejemplo, que es un poquito marginal pero que es bien elocuente. Mansuy le saca punta a este clivaje de fracaso-derrota, qué fue lo que sufrió la Unidad Popular, fue una derrota o fue un fracaso. Mansuy sugiere que en estos textos de los ochenta de Moulian, algunos en coautoría con Garretón, el concepto dominante habría sido fracaso, y ese es un concepto por decirlo así proclive en la narrativa de Mansuy a la asignación de responsabilidad principalisima por el desenlace al proceso de la UP y por supuesto a quien lo encabezó. Entonces Mansuy sugiere, con un apoyo bibliográfico irrisoriamente débil, que en los escritos de Moulian de los noventa, y en particular en "Chile actual, anatomía de un mito", en realidad Moulian habría sustituido los términos y habría comenzado a hablar de derrota, como si se hubiera estado distanciando de su aproximación ochentera al asunto. Tengo marcado la cantidad de pasajes en que Moulian, en "Chile actual…", textualmente usa la expresión fracaso, y también usa la expresión derrota. Moulian nunca ha asumido que una conceptualización es excluyente de la otra, pero en el libro de Mansuy eso está amarrado a lo siguiente: el paso siguiente es decir los jovencitos del Frente Amplio leyeron el "Chile actual…", no leyeron la literatura producida en los ochenta, y se compraron la tesis de la derrota sin haber advertido que existía la tesis del fracaso. Eso es fantasía pura, no tiene ningún soporte textual. En el mismo libro "Chile actual…", Moulian en varios lugares usa la palabra fracaso".

Pero ¿Por qué es relevante conocer ese uso de conceptos en esta disputa por la memoria? Porque, según Mañalich "se le da un uso ideológico a la discusión. Analíticamente creo que es importante que seamos capaces de discutir qué convierte a algo en un fracaso o en una derrota. Esto lo explica muy bien Patricio Quiroga en su libro "Allende la dignidad de América". Cuando un proceso culmina en una derrota eso responde a que las fuerzas sociales opositoras al proceso lograron imponerse, digamos que la UP no tuvo éxito porque la reacción se impuso. En cambio, la idea de fracaso remite a una debilidad interna del proceso. Ahora, si yo estuviera teorizando sobre esto le restaría importancia a la distinción, no porque yo crea que la distinción no sea clara, sino porque creo que en los hechos tú no puedes aislar qué es propio de la debilidad de una fuerza y qué es propio de la fortaleza de quienes se resisten; porque hay una unidad dialéctica entre las dos dimensiones. Es parte del diseño de un proceso revolucionario, que contempla la capacidad que va a tener el sector social amenazado por ese proceso, de frenarlo. Yo creo que la distinción es útil para decir que hay un aspecto de lo que estuvo en juego, que quizás las manifiestas dificultades que tuvieron los partidos que formaron la UP para fijar una línea única en varias coyunturas, eso es difícil de poner en cuestión, nadie que haya estado involucrado en el proceso lo niega, eso está zanjado, es claro que el proceso de la UP tenía debilidades internas. El propio Joan Garcés en varios de sus libros lo diagnostica muy crudamente. Pero querer girar contra eso para decir no, aquí lo que en realidad ocurrió fue un fracaso y no una derrota es maniqueísmo puro. En el libro de Mansuy es bien impresionante cómo pone dos líneas en un capítulo más bien tardío, para decir 'sí, es verdad que hubo incidencia de factores externos a Chile, pero fue mucho menos importante de lo que se piensa'. Y eso no resiste análisis. No es discutible que Allende no pasó dos noches durmiendo en el mismo lugar desde la elección hasta que asumió el cargo por el riesgo que corría su vida. Es un poco triste que por la falta de circulación de un relato más consolidado el libro de Mansuy no sea sacado rápidamente al patio, que diga que lo que se dice ahí no es sostenible. Me ha impresionado el silencio que ha habido. Es bien impresionante el silencio en que se ha ido quedando la izquierda".

Imposible separación

Por otro lado, y para enfrentar la tesis de la separación que hace la derecha entre el golpe, que muchos en el sector califican de necesario y hasta lo justifican, y "lo que vino después" ("crímenes intolerables"), Mañalich afirma que "estamos hablando sobre un evento, ese evento es el golpe de Estado acaecido el 11 de septiembre de 1973. Uno filosóficamente, de hecho, se pregunta, y sobre esto hay literatura muy sofisticada, en qué consiste ese evento, qué hace que ese evento sea lo que es y no otro evento, entonces no tenemos mejores herramientas que ofrecer descripciones de ese evento y este es un auténtico lugar común en debates más filosóficos. Uno dice: una manera obvia en la que cotidianamente identificamos eventos es valiéndonos de descripciones que aluden a sus consecuencias. Piensa en un evento como un homicidio, ese evento está definido por su consecuencia causal, un ser humano terminó muriendo. Está lleno de ejemplos. Entonces la pregunta es qué descripciones son relevantes, informativas de aquello que ocurrió el 11 de septiembre de 1973 y en qué medida algunas de esas descripciones remiten a las consecuencias que tuvo, consecuencias que por lo demás fueron deliberadamente buscadas".

Sobre las polémicas declaraciones de Patricio Fernández, que le terminaron costando el cargo como asesor principal del gobierno para la conmemoración, Mañalich dice que lo que hay ahí es "una aproximación ingenua, por no decirlo infantil, como 'oye sería cómodo que pudiéramos disociar las dos cosas'; porque si podemos disociar las dos cosas es muy fácil traer para acá, y lo digo caricaturescamente, a los amigos de Evópoli. El consenso no va a llegar con lo que ocurrió el mismo 11, pero digamos que desde el 12 en adelante ya estamos un lote muy grande en que esto es inaceptable y qué sé yo. En realidad todo esto es una tergiversación porque en realidad ocurrió desde el 11 mismo, y en realidad empezó a ocurrir antes desde algunos establecimientos militares".

Por dónde encaminar la conmemoración

Por último, Juan Pablo Mañalich hace una conexión entre la lucha por la memoria y el proceso constituyente que culminó con el triunfo del rechazo en el plebiscito de septiembre de 2022. "Creo que, en parte, al menos, la dificultad que estamos enfrentando con esto ahora, tiene que ver con que desaprovechamos la oportunidad que tuvimos para que esto adquiriera un cauce que nos pudiera haber tenido muy lejos del lugar muy complicado en el que estamos.

Yo creo que un compromiso incondicional con el reconocimiento de los Derechos Humanos como resultado de la experiencia del terror dictatorial tenía que haber sido el primer punto de tabla del proceso constituyente, a mí me llamó la atención la poca centralidad que eso logró tener; creo que el problema constitucional chileno está internamente conectado con la experiencia del terrorismo de Estado desplegado por la dictadura, porque la particularidad del caso chileno, que lo hace digno de estudio, es que se trata de un proyecto de terrorismo de Estado que logró plasmarse constitucionalmente; esa es otra disociación que no podemos hacer,

la disociación entre el régimen constitucional al que estamos sometidos hasta hoy y el modo con el cual ese régimen fue impuesto, y eso es algo que ha estado demasiado lejos de la conversación; creo que por múltiples razones y coyunturas eso no logró tener la centralidad que necesitaba tener. Yo creo que sin un auténtico proceso reconstituyente no es posible revertir este estado de cosas". "Nosotros habitamos un orden jurídico institucional que está cimentado en una experiencia de violencia política, y desde ese punto de vista es más trágico que cómico que vamos a tener esta conmemoración de medio siglo de golpe con una definición seudo constituyente dramática, por lo que está en juego y por los términos de la disyuntiva; a mí me parece que hay que hacer un esfuerzo por al menos recordar públicamente la conexión que hay entre las dos cuestiones; creo que no podemos enfrentar lo que va a ocurrir a fin de año…

y para ser muy claro creo que hoy lo único razonable es votar rechazo, que es dramático desde el punto de vista de lo que ha estado en juego en los últimos años, pero no hay alternativa aparentemente razonable a eso".

La batalla de la memoria

Una opinión fundamental para comprender las lógicas de la disputa de la memoria es la de María Angélica Illanes, historiadora chilena, dedicada al estudio de los movimientos populares, la transformación del Estado, la historia de las mujeres y temas de memoria. Illanes describe el escenario en que se conmemoran los cincuenta años, en que parlamentarios de la UDI y Renovación Nacional justifican el Golpe, y "el escenario es que se sacaron la careta". "No podemos aislar un hecho determinado político, como es una conmemoración, del momento histórico de disputa de fuerzas políticas que se están dando, en ese sentido lo que yo veo es que

vivimos un momento en que la derecha, aunque no tienen el Ejecutivo, tienen la hegemonía del discurso, nos han tomado la hegemonía política, del discurso político, de la historia en este momento, y en ese sentido como fuerzas hegemónicas se han sacado la careta, se han sincerado;

todo lo anterior había sido en el fondo un cierto complejo de culpa que no los había dejado develarse, pero lo que pasa es que ellos celebran lo que ellos hicieron".

Illanes agrega que "el error es separar lo civil del golpe, la derecha del golpe, son ellos quienes lo hicieron, cómo no lo van a valorar; yo en este momento estoy viendo archivos de ministerio de justicia de la dictadura y está toda la derecha en ministerios, subsecretarías, sacando las leyes, generando los proyectos; es decir, es su gobierno, en ese sentido es bueno que la sociedad chilena sepa quién es esta derecha, que se saque la careta, que diga que es antidemocratica, que diga la firme, porque esos encubrimientos confunden a la propia izquierda politica, creen que estaban hablando con una derecha que habian convencido, que se había vuelto democrática, pero la derecha no se vuelve democrática, la derecha usa la democracia cuando la necesita y la derriba cuando necesita derribarla, la derecha es una clase fundamentalmente que gobierna por sus intereses, por la vía que sea, entonces no se va a definir a sí misma como democrática y en algún momento tampoco se va a definir como golpista, pero en este momento en que tiene la hegemonía del discurso, en que las izquierdas han perdido las elecciones populares,

ellos se atreven a sacar sus caretas y decir este gobierno lo hicimos y lo hicimos bien, entonces ellos están celebrando, no están conmemorando, están celebrando estos cincuenta años, así como celebraron con champaña mientras estaban bombardeando La Moneda. Esa es la realidad, la más cruda realidad".

Respecto a la adjudicación de responsabilidades al Presidente Allende como eje del discurso de esa derecha golpista, por un lado, y a la vez una condena a los "excesos" cometidos por la dictadura en materia de Derechos Humanos (DDHH), Illanes precisa que "lo que pasa es que ellos no pueden justificar la violación a los DDHH, porque condenan a Venezuela, a Nicaragua y Cuba con el mismo argumento; eso también es parte de su discurso. Han habido momentos incluso del discurso de derecha en que ellos han reconocido esa violación de DDHH como un costo, y como un precio que tuvo que pagar la Unidad Popular, pero eso no lo van a decir por lo menos publicamente todavía".

La historiadora considera que "el discurso de los DDHH es un discurso político global y en ese sentido supera la coyuntura local. Pero siempre van a responsabilizar a la UP de los hechos ocurridos, eso es un argumento que para ellos es fundamental, por eso la izquierda siempre ha respondido con el argumento de que la violacion a los DDHH no puede ser justificada por ningún contexto histórico ni por ninguna causa política, eso siempre se le ha contestado de ese modo, y yo creo que eso es correcto y tiene que seguir haciéndose, pero tambien creo que hay que dar un paso más allá que la izquierda no ha dado, que es plantear que las violaciones a los DDHH se hicieron también, y ese es uno de los argumentos de un libro que yo publiiqué, para asesinar un proyecto político, y ese proyecto político es de los cambios estructurales respecto de un capitalismo voraz que pauperiza a la mayoria de la población y genera una acumulación permanente de un grupo reducido; entonces ese proyecto la izquierda no lo ha defendio y yo creo que ese es el error; siempre he dicho que una cuestión central es la defensa de los DDHH y el levantamiento de estos principios irrevocables, pero otra cosa es la defensa del proyecto político de la lucha por la justicia, la igualdad y la fraternidad, que son los principios modernos, y que fue por eso que murieron los que fueron asesinados. Murieron no porque fueran upelientos, sino que porque portaban un proyecto político que costó en Chile un siglo y medio levantar.

Entonces nunca podemos hablar de fracaso porque la Unidad Popular fue la culminación y la realización, en su consecuencia, de un proyecto que se viene levantando desde los artesanos en la sociedad de la igualdad, en el siglo 19. Ese es el proyecto que la izquierda no ha querido defender ni sacar a luz,

y yo creo que es ese el proyecto por el cual los que fueron violentados y asesinados fueron mártires; no sólo fueron mártires de una dictadura, de unos militares, de una gente mala, sino que fueron mártires de un proyecto de justicia, y eso es lo que la izquierda no ha querido develar, defender, sacar a luz, e incluso el Presidente Boric dijo que hay que revisarlo; y sí, uno puede revisar un período histórico determinado, pero los principios de ese proyecto eran principios que se fueron constituyendo por más de un siglo, un siglo y medio".

Para la historiadora, tesis como las que ha defendido la derecha y otros sectores intelectuales, en las que la responsabilidad principal del golpe recae en la Unidad Popular, "es la interpretación que se viene haciendo desde el primer día (...) se desencadenó a partir de eso una batalla de la memoria, una batalla política, una batalla ideológica que la porta la sociedad civil, mi generación, los jóvenes, y yo creo que esta batalla hay que darla siempre, porque siempre va a estar amenazada esa relación entre la causa y el efecto, esa relación va a estar siempre planteando, la va a plantear una izquierda tibia como la de Boric, la va a plantear la derecha siempre, permanentemente. Va a haber un debate ideológico respecto de esto por más de un siglo, por lo menos".

Illanes añade que "es una respuesta completamente absurda, porque se puede plantear incluso desde el punto de vista científico histórico. El golpe no fue solamente para botar a un gobierno, sino que fue para botar legislaciones que se han construido históricamente durante el siglo 20. Por ejemplo pasa sacar la reforma agraria, eso fue una ley, y fue derrocada por una bomba en La Moneda. Nadie nunca ha cuestionado que la contrarreforma agraria se opuso a una ley de la república, o sea debiera estar vigente esa ley. Se opuso la dictadura a la ley que chilenizaba el cobre, que se hizo en una época democrática. Se opuso esa Ley a todo lo que fue el levantamiento del Estado asistencial previsional y sanitario, que se construyó desde el año 1925, donde se creó la caja del seguro obrero obligatorio, y ahí empezó la protección social, que era una verdadera previsión social. La Constitución del 25 estableció la responsabilidad del Estado respecto de la salud y de la educación. Esa Constitución relativizó el derecho de propiedad en función del bien público; es decir, ese golpe no fue para botar solamente a Allende, fue para botar todo el sistema legislativo y el sistema que había puesto atajo a la acumulación radical y total por parte del capital. El golpe fue para derrocar la Constitución del 25 y toda la construcción histórica política que ahí se dio". La historiadora continúa señalando que luego la dictadura obligó a toda la población a "seguir cotizando pero ahora en cajas privadas. Es decir, ellos hicieron una revolución neoliberal capitalista y para eso utilizan el momento Unidad Popular, para hacer esa revolución, y eso es lo fundamental que hay que comprender: Ellos botaron todo lo que necesitaron botar, todas las leyes del trabajo que se habían impuesto desde el año '25 hacia adelante, con los códigos del trabajo, el derecho a huelga, a confederarse. Todo eso se botó. Ellos necesitaron la Unidad Popular para hacer su contrarrevolución radical, profunda y estructural de todo el siglo 20".

Respecto a qué es lo que debe hacer y decir el gobierno del presidente Boric ante esta coyuntura, María Angélica Illanes destaca que "es obvio lo que uno podría decir al respecto, el Estado tiene que hacer de este acto de conmemoración el eje de su discurso democrático, pero, bueno, todo eso se ha dicho mucho, todo el rato se dice en los debates políticos que tendría que tomar un pandero mucho más intenso, pero a mí me interesa mucho más lo que pase en la sociedad civil. Me preocupa profundamente que hayan sacado la obligatoriedad de la Historia en los terceros y cuartos medios, lo reemplazan por una educación cívica que, me acuerdo, consistía en conocer unas leyes, enseñan cómo votar, cómo hacer cheques, es decir, les impiden pensar su propia historicidad; eso es mucho más grave que cualquier otra cosa. En tercero y cuarto medio es cuando se debatía sobre los acontecimientos de la historia reciente, a nivel chileno, mundial y latinoamericano, y ahí estaba el tema del golpe y la Unidad Popular. Ahí se generaban debates que los jóvenes podían levantar".

Fotografía de María Jesús PuellerFotografía de María Jesús Pueller"Yo creo que los gobiernos, este gobierno por ejemplo, descentralizó de partida la conmemoración, diciendo que todas las instituciones públicas y universidades tenían que hacer actividades de conmemoración, y eso está pasando, pero no hay un discurso central que haga de esa conmemoración un leitmotiv del Estado. Descentralizó para no tener un discurso central. Pero lo más profundo, lo que a mí más me preocupa, porque esto va a pasar, es cómo lo va a seguir viviendo y conociendo y discutiendo las nuevas generaciones. Yo creo que esa es una tarea de los próximos proyectos políticos, de los partidos políticos, de los debates de la izquierda, de los movimientos sociales, porque ya la generación mía que vivió y tiene una luz testimonial respecto de lo que pasó, ya no vamos a estar, estamos en la primera línea de partir, y todos los familiares de los detenidos desaparecidos también, entonces lo que me preocupa es las generaciones que siguen. Yo tiendo más bien a devolver la pregunta, cómo ves tú, como joven, como una nueva generación, cómo proseguir con esta lucha".

Para María Angélica Illanes, autora del libro "La batalla de la memoria", "por supuesto" que la disputa de la memoria va a continuar después de la conmemoración de los cincuenta años. Dice que "los seres humanos aprendemos de la experiencia, no tenemos otra forma, pero no solamente aprendemos de la experiencia, sino que, como han dicho los filósofos, somos lo que hemos sido, entonces siempre vamos a estar definiéndonos en el presente, nuestro ser, nuestro camino, en el presente inmediato, en el futuro inmediato, a partir de lo que hemos vivido; y eso siempre se va a constituir en una disputa. En el siglo 19 se disputó mucho la memoria de la colonia. Y tuvieron que dar una pelea de un siglo los liberales para de alguna manera condenar esa situación colonial, y los conservadores estaban siempre recuperando la colonia, y los liberales siempre condenando. Esas disputas son permanentes. En los principios del siglo 20 hubo una disputa tremenda respecto de la memoria de la guerra civil, fue una disputa permanente hasta el levantamiento del proyecto Frente Popular, ahí se levanta un proyecto de justicia y de democracia social como un proyecto de Estado, que venía formándose en los movimientos sociales, en los movimientos políticos, en los partidos, en el movimiento obrero, pero ya a partir del Frente Popular comienza a levantarse como un proyecto de Estado.

Y esa disputa como un proyecto de justicia social desde el Estado, como un proyecto de Estado, es lo que nos tiene divididos, y es lo que llegó a su culminación en la UP con una voluntad política de acción transformadora que finalmente llevó a cabo este proyecto, que nunca se había podido llevar plenamente a cabo desde el '38; y al llevarse a cabo se genera una respuesta de una clase que no está dispuesta a las transformaciones. Entonces este debate es el debate que nos va a acompañar por todo el siglo que viene".

Por último, María Angélica Illanes advierte que "por eso la preocupación por los jóvenes. Este debate de la memoria tiene que ser permanente, y no solamente es la memoria por una coyuntura, sino que es la memoria de un proyecto. Eso es lo que preocupa porque a lo mejor nos podemos convertir en un país como Estados Unidos, con una masa acrítica, como han dicho algunos sociólogos latinoamericanos, que ya no va a haber un pueblo soberano, sino que una masa acrítica, que lo único que les interesa es consumir, tener las tarjetas de crédito; y la democracia es una careta electoral nomás, donde se disputan dos fuerzas que son lo mismo; está en juego eso. Ya tenemos un espejo de lo que podríamos ser. Y en Chile, con un pueblo que está votando por la derecha, se está dando esta figura de una masa acrítica. Entonces es muy preocupante que los partidos políticos de izquierda estén tan debilitados, ambiguos, encerrados en sus muros parlamentarios, en sus torres de marfil, están como encerrados en sus palacios, y ahí se los están comiendo los lobos que están ahí y salen a morder fuerte. La izquierda tiene que salir a formar su base social nuevamente donde está el pueblo. Boric tiene que salir un poco del palacio. Hay que salir a las calles, ahí es donde se hace la historia, no en los palacios. Ese es el gran desafío de la lucha por la memoria, de las batallas de la memoria".


* Richard Sandoval es periodista, escritor, y colaborador de Londres 38, espacio de memorias.

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